EDORTA FULLAONDO MAMARIGA, SANTURTZI
Egunon, aitatxo
Esta carta está escrita desde mi más sentida realidad. Sin rencor, sin odio, únicamente pretendo buscar soluciones. Llevo ya un tiempo reivindicando la custodia compartida, y lo que debería ser un derecho se ha convertido en lucha. Hay amatxus y aitaxus libres de rencor que por ellos y ellas mismas son capaces de ver que su hija o hijo necesita tanto a su ama como a su aita. Pero también hay amatxus presas en la confusión, el malestar, el rencor... No pueden actuar con claridad y tampoco pueden ver más allá del dolor y del odio, y aquí surge el problema, la lucha.
¿Por qué un aita es bueno mientras está en casa y deja de serlo de un día para otro? ¿Por qué es mejor educadora la amatxu que el aita? ¿Por qué se utiliza a los hijos como moneda de cambio a la hora de pactar? Esta y otras muchas son preguntas que hasta hoy nadie me ha podido responder. Sin embargo, parece ser que es lícito que, sin conocerme, se me juzgue y puedan quitarme a mi hija. Sí, quitármela. O lo que es lo mismo, te dicen cuándo puedes verla y cuándo no, si es que puedes verla, claro. Hoy, en pleno siglo XXI, aunque parezca mentira, ésta es la cruda realidad. Dura, fría, dolorosa... podría seguir, seguro que sí. Conozco bien esta situación, pues me ha tocado vivirla en mi propia carne. ¿Dónde está la igualdad de condiciones entre progenitores? ¿Y la igualdad de derechos?
¿Por qué en las comunidades de Valencia, Catalunya, y Aragón y tímidamente en Navarra, rige la custodia compartida y en el resto de las comunidades no? ¿Por qué la práctica de la justicia actual elimina la presunción de inocencia durante un proceso de divorcio dando por sentado que la madre es la buena y competente y el aita siempre es el malo e incompetente? ¿Por qué los largos tiempos de espera de las resoluciones judiciales?...
Creo que los hijos y las hijas son tanto de la madre como del padre, por lo que a los dos les corresponde su buen cuidado. Por eso me animo a levantar la voz y animar a todos los aitatxos y amatxos a que gritemos juntos: ¡Custodia compartida ya!
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